alberto moreno gámez

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Falsos recuerdos

Hace ya algún tiempo que los psicólogos descubrieron que los recuerdos que tenemos sobre el pasado no son para nada fidedignos ni fiables. Una vez que una experiencia vivida pasa a nuestra memoria a largo plazo, ésta puede ser manipulada y alterada de diferentes maneras. Y todo esto tiene cierta importancia y por eso ha atraído a muchos psicólogos y se han realizado numerosas investigaciones, porque los recuerdos que tenemos sobre nuestras vivencias no sólo nos pueden afectar en relación a nuestro futuro y decisiones que tengamos que tomar, sino a nuestra forma de ver el mundo, e incluso a situaciones en las que podemos prestar testimonio relevante en un juicio.

Hoy voy a intentar plantear qué son los falsos recuerdos y qué sabe la ciencia acerca de ellos. Lo primero que hay que decir es que tener recuerdos falsos es algo completamente normal y de hecho nos ocurre con cierta frecuencia en el día a día. Creemos recordar con precisión y exactitud algo que pasó hace una semana, dos años, en nuestra infancia… cuando en realidad el proceso de recordar suele ser bastante poco preciso y no necesariamente refleja lo que realmente ocurrió. Pero en general esto no tiene por qué ocasionarnos ningún problema especial. Existen algunas situaciones en las que un falso recuerdo sí puede ser un problema, en casos en los que por ejemplo se reviva un suceso traumático que nunca pasó. Estos casos más graves reciben un diagnóstico llamado Síndrome de recuerdo falso. 

Pero en general casi todos tenemos recuerdos falsos que no tienen mayor implicación. Sencillamente hay una especie de selección que nos lleva a recordar en muchos casos las experiencias como buenas o malas, obviando los hechos que no encajan con esos recuerdos que tenemos.

Experimentos

Uno de los experimentos más conocidos fue el de Loftus y Palmer en el año 1974. Se mostraban diferente videos a los sujetos experimentales donde se veía el accidente de un coche. Formaron diferentes grupos experimentales. Uno de ellos veía en el video el accidente de un coche que iba a 30km/h, otro a 40km/h y el último a 50km/h. Le preguntaban mediante un cuestionario a cada uno de los participantes acerca de la velocidad a la que creían que había ocurrido el accidente. Pero utilizaron dos tipos de cuestionarios para cada grupo experimental, en uno el verbo que describía el accidente era algo más leve (golpearse) frente a otro que sugería más gravedad (estrellarse). Esta pequeña diferencia influyo notablemente en lo que los participantes decían haber visto, independientemente de que vieran un video u otro. Los que leyeron la palabra “estrellarse” afirmaron que la velocidad del coche era mayor que los que leyeron la palabra “golpearse”. 

En otro experimento parecido, se les mostraba a los participantes videos con accidentes de coches. Y le preguntaban acerca de lo que habían observado, y más concretamente si habían visto cristales rotos tras el accidente. De nuevo, dependiendo de si se empleaba el verbo golpear o estrellar, los participantes veían o no cristales rotos.

Estos experimentos relativamente sencillos muestran cómo según se intente recuperar un recuerdo, las personas recuerdan lo visto de forma diferente, no necesariamente reflejando lo que realmente ocurrió.

4 años más tarde, Loftus, Miller y Burns, hicieron un experimento más sutil aún. Lo que mostraron a los participantes fueron unas diapositivas donde se veían vehículos en un cruce, para a continuación hacer una serie de preguntas sobre lo que recordaban de esa escena. A algunos le preguntaban si habían visto “una” señal de stop en la imagen, y a otros si habían visto “la” señal de stop. Sólo cambiar “una” por “la”, hizo que contestaran de diferente forma a la pregunta. Efectivamente, a los que se le preguntó por “la” señal, contestaron haberla visto en mayor proporción.

Estos primeros experimentos que comento, reflejan el conocido Efecto de Desinformación, que altera e influencia cómo recordamos los sucesos que han ocurrido. Lo que vemos con este primer efecto, es que la precisión de nuestros recuerdos deja mucho que desear.

La siguiente pregunta que me hago es si podemos tener un recuerdo completamente falso, no ya que no recordemos de forma precisa algo que ha ocurrido. En el año 1997, James Coan era alumno de psicología de Elisabeth Loftus, la investigadora de los experimentos anteriores. Planteó un experimento para ganar algunos puntos más en la asignatura que cursaba en la carrera de psicología. Lo que hizo fue preparar un pequeño libro que contenía recuerdos sobre cosas que habían pasado en su infancia. Le dio uno a cada uno de los miembros de su familia. Todos los recuerdos que aparecían en el libro eran reales excepto uno que se inventó y lo añadió en el libro que le dio a su hermano. En ese recuerdo supuestamente se perdía en un centro comercial siendo niño, y un hombre mayor se lo encontraba y lo devolvía a su familia. Cada miembro tuvo tiempo de leer el libro y familiarizarse con todos los recuerdos que se narraban. Más adelante tenían que recordarlo y contar todas esas historias. Cuando llegó el turno del hermano de Coan, que tenía el libro con el recuerdo falso, narró lo sucedido en el centro comercial, dando por buena esa historia inventada, e incluso añadió nuevos detalles conforme la contaba, sin ser consciente de que era una historia falsa que estaba alimentando. Esta sencilla técnica que se empleó para implantar recuerdos falsos fue comprobada más adelante por Loftus y su equipo, y encontraron también que no sólo podemos dar por buena una historia inventada sino que podemos enriquecerla con más recuerdos falsos.

Efectos al recordar

Y son muchas más las formas en las que nuestra cabeza puede engañarnos en relación a nuestros recuerdos. Es bien sabido que la percepción que tenemos sobre lo que nos rodea es bastante imprecisa también. Se han hecho muchos experimentos acerca de cómo percibimos cosas que no están realmente, o bien pasamos por alto otras que tenemos delante de nuestros propios ojos. De hecho, algunos de los falsos recuerdos que podemos tener tienen que ver con no procesar bien desde un principio la información o la experiencia que estamos viviendo. Se ha comprobado con frecuencia con testigos de accidentes. Si la persona que presencia el hecho no tiene una visión clara de lo ocurrido, a veces sin darse cuenta completa en su mente lo que ha visto con algo que pueda encajar con lo que por su experiencia pudiera esperar de la situación.

Hay otros efectos que tienen que ver con interferencias, cuando sucede un hecho nuevo que de alguna forma contradice algún recuerdo previo. Si lo que nos ocurre no es coherente con lo que pensamos que debe ocurrir, con nuestras expectativas, el recuerdo se puede ver transformado para adaptarse mejor a nuestros esquemas mentales. Un ejemplo muy típico tiene que ver con lo que ocurrió con la torres gemelas el 11S. Muchos de nosotros tenemos un recuerdo inexacto acerca de lo que estábamos haciendo cuando ocurrió, en parte por la cantidad de conversaciones e información posterior que recibimos después de que ocurriera, algo que puede interferir y transformar nuestro recuerdo progresivamente. 

Otro factor que hace que tengamos dificultades para recordar con claridad los recuerdos, tiene que ver con cuánta carga emocional tenga lo que nos pasó. A veces, un suceso muy emotivo puede llevarnos a recordar ese hecho como memorable. Parece que recordamos con más intensidad aquellas situaciones que vivimos que están muy cargadas emocionalmente, pero no necesariamente por esto los recuerdos son precisos. El hecho de recordar esa historia y contarla a otras personas o a nosotros mismos, hace que vayamos añadiendo o eliminando detalles poco a poco, acomodándola a nuestro momento presente.

Otro efecto muy conocido es el de atribución, que consiste en mezclar detalles de una historia con otra similar que hemos vivido. Por ejemplo, al contarle a alguien cómo fueron las vacaciones de hace 2 años puede que estemos añadiendo recuerdos parecidos de otras que vivimos 4 años antes. Sencillamente a veces usamos recuerdos semejantes de otros momentos para completar un recuerdo con algún hecho familiar que nos parece coherente en esa historia. 

Por último, otro efecto bien conocido es el llamado recuerdo borroso. A veces lo que guardamos de una experiencia es una idea general o una sensación que nos quedó, tal vez no los hechos concretos que ocurrieron. Esto de nuevo nos lleva a rellenar esa historia con detalles que puedan darle sentido y coherencia al recuerdo.

Lo cierto es que los investigadores aún tienen mucho que aprender e investigar acerca de los mecanismos que generan estos falsos recuerdos, pero sí que queda claro que es un fenómeno que puede ocurrirle a cualquier persona. Especialmente somos sensibles a estas distorsiones de la memoria, y son muchos los factores que intervienen en el proceso de recuperar un recuerdo. 

La principal función de los recuerdos no parece que sea la de recordar con precisión ni de manera fidedigna lo que realmente nos ocurrió en el pasado. Así que la próxima vez que tengáis la convicción de que recordáis con total claridad alguna experiencia del pasado, mi sugerencia es que al menos mantengáis una duda razonable acerca de la precisión de ese recuerdo.

- NOTAS -

En relación a los falsos recuerdos, os dejo un artículo acerca del impacto de las emociones sobre nuestros recuerdos, otro acerca del efecto de desinformación, sobre los estudios de Loftus y Palmer del 74, y el efecto “perdido en el Centro Comercial” de James Coan del 97, y por último una charla TED de la propia Elisabeth Loftus acerca de la “Ficción de la memoria”.