Viajes espaciales

Muchas personas no llevan bien eso de estar en un avión durante varias horas, especialmente si el vuelo se alarga más de 8 horas. Tampoco un viaje en autobús o tren de varios cientos de kilómetros. O qué me decís de un fin de semana completo en una casa rural con más personas, incluso aunque sean tus mejores amigos, habrá algunos a los que se les haga muy largo. En estas situaciones puede haber sensación de  hacinamiento, claustrofobia nerviosismo, cansancio, y estrés.

Ahora pensad en un viaje espacial, pongamos a Marte,… necesitaríamos recorrer más de 56 millones de kilómetros para llegar en el mejor de los casos después de 6 meses, compartiendo espacio tal vez con otros 4 o 5 compañeros en una nave de unos 60m2, con sólo algunas ventanas diminutas mirando al espacio.

Las situaciones de aislamiento y confinamiento en lugares pequeños durante largos períodos de tiempo se llevan estudiando años, especialmente en tripulación de submarinos nucleares, y también en asentamientos o estancias prolongadas en la Antártida. En ambos casos, la ausencia de luz natural se mantiene durante meses, además de una seria limitación física para moverse, explorar, o relacionarse más que con un grupo muy pequeño de personas. En el caso por ejemplo del invierno austral se han reportado durante años todo tipo de sintomatología grave: Depresión, irritabilidad, comportamiento agresivo, insomnio, problemas de concentración y memoria, y un estado psicológico como de ausencia que dieron en llamar la “mirada de la Antártida”, una especie de mirada pérdida y absorta. Pero podríamos incluso pensar en casos de depresión en los que la persona se aisla del mundo y pasa semanas o meses sin salir de casa. Y bueno sin ir tan lejos, cualquiera que pase un fin de semana sin salir de casa, habrá notado efectos psicológicos y físicos.

¿Por qué ocurre esto? Desde un punto de vista evolutivo, explorar el entorno, descubrir lugares nuevos, encontrar recursos que nos faciliten alimento o cobijo, son mecanismos adaptativos que durante millones de años aumentaron nuestras posibilidades de supervivencia y reproducción, perpetuando así la especie. Podríamos pensar que esto ya no es necesario para garantizar nuestra supervivencia, especialmente para los que vivimos en ciudades con todo tipo de comodidades y recursos a nuestro alcance, pero nuestro cerebro sigue siendo prácticamente idéntico al de nuestros ancestros, los que sobrevivieron gracias a mantener estas conductas exploratorias. Y tenéis que saber que nuestro sistema nervioso central está lleno de receptores opioides que se disparan y nos producen sensaciones agradables cuando salimos fuera, al aire libre, y en general la novedad es algo que activa vías neuronales del placer. Por tanto si experimentamos una fuerte deprivación de estímulos de este tipo, como ocurriría en un largo viaje espacial, nuestro hipocampo se atrofia, nuestros niveles de cortisol se disparan, algo que está claramente asociado con el estrés y la depresión.

Christian Otto es un médico que lleva tiempo estudiando estos fenómenos para la NASA. Él mismo experimentó lo que ocurre al pasar dos inviernos en la Antártida. Cuenta que tuvo muchos problemas psicológicos con los que tenía que lidiar todo el tiempo. Observó como uno de los efectos era que se estrechaba su vida social, al dejar de comer con otras personas en el espacio común que tenían para ello, sentir que bajaba su nivel de afectividad, de alguna forma se fue apagando poco a poco, algo que se notaba incluso en su tono al hablar y en su mirada. Bueno, todo este dramatismo es para situaros, y poder visualizar el efecto devastador que pueden tener estas limitaciones para nuestros circuitos cerebrales, totalmente cableados para un mundo lleno de estímulos.

La Agencia Espacial Europea, la Nasa, Rusia, y ahora también China, estudian desde hace años los efectos de los viajes espaciales con lo que se llaman misiones análogas. Tienen este nombre porque se simulan en nuestro planeta Tierra las condiciones que hay que enfrentar en un viaje espacial de meses, encierran a los afortunados sujetos experimentales en una cápsula y comienza el experimento.

La idea es simular un largo viaje espacial de la forma más real posible para ver los efectos no sólo físicos sino psicológicos, de manera que los riesgos que se asuman en los viajes espaciales que están a punto de hacerse realidad, sean los menores posibles.

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La importancia de estas misiones ha aumentado en los últimos años por acercarnos en esta década de 2020 definitivamente a la primera misión tripulada a Marte y a diferentes planes para colonizar la Luna. Europa, EE.UU, Rusia, China, y la India, esperan poner un hombre en Marte antes de 2030. Y como decía antes, en un viaje de más de 6 meses y 56 millones de km aún no tenemos claro si la tripulación llegará en buenas condiciones mentales y físicas para llevar a cabo su misión. Una breve reseña sobre el pasado de la carrera espacial. En los años 60 y 70 del siglo XX la rivalidad entre la Unión Soviética y EE.UU. hizo que se acelerara la carrera espacial y se invirtieran millones en la investigación y desarrollo de cohetes hacía la luna. Tras la caída de la Unión Soviética, todo aquello se paró hasta que en los años 2000 empresas con capital privado empezaron a interesarse de nuevo por la posibilidad de volver a enviar no sólo astronautas a la luna sino de colonizar otros planetas como Marte. Uno de las empresas más conocidas es SpaceX de Elon Musk, el CEO de Tesla entre otras cosas, pero también tenemos a Blueorigin que es propiedad de Jeff Bezos, dueño de Amazon. Además de  surgir nuevas potencias económicas interesadas en estos proyectos como China y la India.

Empiezo por hablaros del proyecto HERA, que además de ser una diosa griega, se corresponde con las siglas: Human Exploration Research Analog, algo así como Investigación Análoga de Exploración Humana. En el proyecto HERA reclutan a voluntarios que son casi astronautas, tanto hombres como mujeres de mediana edad con un perfil STEM (que es el acrónimo en inglés de Science, Technology, Engineering y Maths: Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas).

Pues antes de participar en los experimentos análogos, y comenzar su viaje espacial sin salir de la Tierra, tienen que superar gran cantidad de pruebas y tests físicos de resistencia, psicológicos, de privación de sueño, adaptación a condiciones de luz y temperatura, etc. Una vez en la cápsula espacial, todo es monitorizado por los científicos, mediante cámaras, sensores, y pulseras biométricas, y así pueden saber cómo se enfrentan a todas las dificultades cada uno de los heranautas, que es como los han dado en llamar en el proyecto HERA, palabra que viene de astronauta claro. Miden el nivel de estrés, las tasas metabólicas, niveles de descanso, frecuencia cardíaca, temperatura de la piel, etc. Muy parecido a lo que ya ocurre con algunos relojes y pulseras inteligentes. Por cierto en otro artículo anterior hablé de cómo esta tecnología de medidas biométricas nos permitirá en un futuro predecir los estados de ánimo.

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Y lo que los investigadores quieren no es sólo entender cómo reaccionan y se adaptan a este entorno de confinamiento durante meses, es también tener parámetros o variables para seleccionar y entrenar mejor a los futuros astronautas para cada tipo de misión espacial. Y aquí los psicólogos tienen mucho que decir.

Tenéis que imaginar que una vez que se suben a la nave espacial, se intenta simular y recrear al detalle todo lo que ocurre en este viaje simulado. Desde el momento del despegue unos enormes altavoces debajo del suelo hacen que toda la cápsula vibre y y tiemble; la comida es la misma que se suele emplear en el espacio, esta deshidratada y congelada, y luego la convierten en algo medianamente comestible, exactamente lo mismo que ocurre en la ISS (Estación Espacial Internacional); No tienen conexión a internet, ni más contacto con el exterior que con el centro de control, de hecho simulan también el retardo en las comunicaciones propio de la distancia con la Tierra, pensad en 10min de espera para recibir la respuesta conforme la nave se aproxima a Marte; y en las expediciones fuera de la nave para recopilar muestras por ejemplo de un asteroide, utilizan cascos de Realidad Virtual, al estilo de las conocidas Oculus Rift que se utilizan en algunos videojuegos. Lo que ven por las ventanas de su nave espacial, son estrellas y más estrellas. Y sobre la ingravidez una vez que nos alejamos del planeta Tierra, pues es algo que no pueden simular durante meses, aunque no parece tan necesario, sabéis ya por muchas películas que las naves del futuro simularán la gravedad terrestre al estar continuamente rotando sobre su eje.

Todo esto que os cuento del proyecto HERA americano es aplicable en gran medida a las misiones SIRIUS de Rusia y la Agencia Espacial Europea (SIRIUS se corresponde con Scientific International Research in Unique Terrestrial Station: Investigación Científica Internacional en una Única Estación Terrestre). Sirius es por cierto también el nombre de la estrella más brillante del cielo nocturno vista desde la Tierra y la quinta estrella más cercana al Sol. Además de las misiones HERA y SIRIUS tengo que mencionaros las misiones de MARS-500, en las colaboran rusos y chinos junto con europeos y americanos.

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En los últimos años se han llevado a cabo decenas de experimentos análogos, pero me voy a centrar ahora un poco más en analizar los efectos psicológicos de estos viajes espaciales simulados. Teniendo en cuenta que muchas de estas misiones son internacionales, al tener tripulación de diferentes países del mundo, uno podría pensar que debe ser una fuente de conflictos al tener que convivir durante meses y encontrarse con un choque cultural importante. Tienen que compartir no sólo horas de trabajo, análisis o tareas rutinarias de mantenimiento, sino también momentos especiales, como cumpleaños y otras fechas señaladas, además de todos los momentos de tiempo de recreo o de ocio, y muchos ratos en los que tienen que matar el tiempo haciendo algo si no quieren enloquecer. Considerando que entre ellos no son amigos, pareja o familia, analizar el tipo de convivencia y cómo evolucionan sus relaciones personales es un factor muy importante.

Estudian minuciosamente cuánto tiempo dedican a comunicarse o interaccionar entre ellos o cuánto tiempo dedican a actividades más individuales. Además, antes de partir se asignan los puestos de cada uno, y suele haber una jerarquía en sus responsabilidades, con al menos una persona al cargo que actúa como autoridad o líder. Otra posible fuente de problemas si hay desacuerdo en las tomas de decisiones que surgen en un viaje tan largo por el espacio.

En las diferentes misiones de MARS-500, una troupe de psicólogos monitorizan 24/7 mediante decenas de cámaras cómo se desarrollan las relaciones personales. Si comen juntos o no, el tiempo que pasan conversando, o si juegan en grupo en los ratos de ocio, y de hecho hay mucho tiempo para quemar en un viaje que puede durar incluso año y medio. Durante el experimento, los tripulantes dependen por completo del centro de control, tanto como un niño pequeño depende de sus padres. A pesar de ser conscientes de que continúan en la Tierra, hay un aislamiento importante, que implica que no cuentan con el apoyo de nadie más, ni de otras personas como familia o seres queridos. De alguna forma pueden perder el sentido más elemental de seguridad. En todas las pruebas que se realizan una vez que acaban la misión, encuentran que de media la mitad de la tripulación sí siente que están viajando a un lugar muy lejano, pero incluso aquellos que se recuerdan a diario que es sólo una nave que continúa en tierra firme, igualmente afirman sentir que están muy lejos del resto del mundo, como si la nave estuviera en un lugar lejano y extraño. Conforme pasan las semanas en la nave, encuentran de manera sistemática cómo baja el nivel de actividad de todos, pasan más tiempo en la cama y en actividades más individuales. De hecho en los viajes de regreso emplean de media 700 horas más en la cama que en el viaje de ida. En una de las últimas misiones de la MARS-500 de un año de duración, 4 de los 7 tripulantes presentaron problemas psicológicos y dificultades para dormir. Uno de ellos sufrió una fuerte deprivación de sueño, lo que le llevó a aumentar de manera preocupante el número de errores manipulando maquinaria y sistemas informáticos. 

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Cuando se observan un exceso de problemas de este tipo, los investigadores están probando diferentes estrategias para ayudarles, como aumentar el ritmo de correspondencia por email con los familiares, algo que ocurre de forma periódica, y que también sucede en los viajes espaciales reales. Los psicólogos parecen tener claro que acabarán encontrando al menos correlación entre el tipo y frecuencia de comunicación con el exterior, y el estado anímico de cada uno de los tripulantes de la nave. Muchos de los participantes reconocen también una lucha diaria por hacer su día diferente al anterior, por evitar el aburrimiento a toda costa. Un fenómeno psicológico el del aburrimiento que aunque tiene algunas ventajas y utilidades, en exceso puede ser bastante problemático. Se han publicado además testimonios de astronautas de los años 70 y 80 que tras el regreso de misiones reales, confesaron haber tenido en el espacio síntomas psicóticos como alucinaciones al mirar a las estrellas, o terrores que describían como la sensación de estar en un abismo. De hecho en esos años varias misiones espaciales de rusos y estadounidenses se abortaron teniendo que regresar antes a la tierra precisamente por estos problemas.

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Parece obvio que queda mucho por experimentar e investigar, y que estamos sólo en el comienzo de una nueva era de misiones espaciales. Aunque todavía la tecnología nos permite sólo construir pequeñas naves espaciales que se desplazan a una velocidad relativamente baja, el futuro parece que se prevé muy diferente. Se habla de naves espaciales que serán pequeñas ciudades flotantes, y cuando esto sea realidad nos tendremos que enfrentar a otro tipo de desafíos, como seleccionar comunidades enteras que tendrán que desplazarse durante años a lejanos planetas con la idea de colonizarlos. Todo será mucho más complejo para encontrar un equilibrio en esas microsociedades espaciales que se van a crear. Y todo esto difícilmente lo veremos los que ahora habitamos el planeta, pero ya sabéis que la naturaleza del ser humano es la de soñar y pensar en un futuro mucho más lejano, y de hecho gran parte de los avances que hemos conseguido creo que tienen que ver con esta visión de futuro.

Notas

Aquí tenéis un amplio listado del tipo de experimentos análogos que se realizan. Los tres proyectos más importantes son HERA, SIRIUS y MARS-500.

Y cómo no, SpaceX de Elon Musk y Blueorigin de Jeff Bezos.

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